Existen varias estrategias que nos pueden ayudar a regular nuestras emociones, especialmente aquellas que nos resultan incómodas o poco placenteras.
Regular no significa negar, evadir ni reprimir: significa abrazar nuestras emociones compasivamente, conectados con nuestro Auto Amor. Pero como la mayoría de nosotros no hemos sido educados para auto amarnos y aceptarnos, este ejercicio nos puede ayudar en esta labor.
Un bebé se calma casi instantáneamente cuando su madre lo toma en brazos y lo acuna en su pecho. Antes de eso, siente que todo él se ha convertido en la emoción; está desbordado, absolutamente desregulado. El abrazo de la madre le ofrece al bebé sus primeras experiencias de regulación emocional. La madre conectada amorosamente con su hijo, no lo juzga por lo que está sintiendo, simplemente lo acepta y abraza, y con ese simple hecho el bebé se calma, porque se sabe aceptado, contenido y en ese acto, profunda e incondicionalmente amado.
La neurociencia nos da evidencia contundente de lo que nosotros sabemos por experiencia: el contacto tibio, suave, amoroso calma nuestro sistema nervioso, casi “mágicamente”. Asimismo, conocemos el bálsamo que significa recibir el abrazo de un amigo cuando estamos tristes; cuánta fuerza nos da para enfrentar ese momento, ¿verdad?
Entonces, ¿Qué tal si la próxima vez que nos sintamos profundamente tristes, con rabia o con miedo nos abrazamos así como lo hizo nuestra madre o lo hacen quienes nos quieren bien? ¿Qué tal si de manera consciente nos sobamos la panza porque nos duele? ¿Qué tal si le hacemos saber a nuestro cuerpo –físico, emocional, mental y energético- que estamos ahí para él incondicionalmente, sin ningún juicio, tal como la madre lo hace con su bebé?
Capaz que otro gallo nos empiece a cantar con una nueva y hermosa melodía: la del Auto Amor.